Aguantan todo el peso del cuerpo y son los más maltratados. Los pies se merecen más dedicación en nuestro cuidado diario.
En el verano los pies salen a la luz. Todo lo que hemos pasado por alto durante el invierno se ve con las sandalias o en las piscinas y playas y, claramente, somos muy desconsideradas con nuestros ellos.
Son los que sufren los tacones, los zapatos nuevos, esas molestas rozaduras, las consecuentes ampollas, etc y lo máximo que hacemos es ponerles una tirita o, en casos extremos, meterlos en agua tibia.
Ya es hora de prestarles un cuidado especial. Al menos una vez a la semana dedícales una sesión de pedicura casera. Dales un baño largo y relajado con sales, con cambios de temperatura para reactivar la circulación. Córtate las uñas con cuidado y cariño, evitando dejar picos que se terminarán enquistando. Pasales con aplomo la piedra pómez, para alisarlos y quitarles esas feas durezas. Ponte crema, mucha crema y dejala secar y absorver tumbada en el sofá dejándolos en alto un buen rato. Después píntate las uñas con esmalte bueno y con el color de moda, después de haberte quitado las cutículas y haber limado la superficie.
Pero aunque te permitas este capricho cada cierto tiempo, no te olvides de que es una excepción que no te exime de un cuidado diario más acorde con la importancia de esta parte del cuerpo. Ponte zapatos buenos, no abuses del tacón, aunque se lleve tanto este año, mira a ver, «negocia con tus pies» hasta cuanto están dispuesto a aguantar y no los fuerces más. Cuando se te hinchen, alzalos. Dales crema siempre que puedas (un buen momento es antes de ir a dormir) y ten mucho cuidado con los tan temidos hongos de la temporada, tan faciles de coger en verano por las piscinas y las duchas públicas.
Ante cualquier complicación acude a un podólogo. Tus pies se merecen estos mimos, al fin y al cabo te sostienen a diario.